Apátrida

Fui nacido, contra mi voluntad, en Córdoba, República Argentina, hace mucho, mucho tiempo. Fui naturalizado brasileño, también contra mi voluntad, pero soy intelectualmente apátrida, tal vez la condición ideal para un filósofo.

Estudié en la Universidad de Córdoba, fundada en 1613. Ya desde mis años de colegio, me incomodaban profundamente los errores de lógica y las conductas maliciosas de los seres humanos (mis insoportables colegas de clase, mis profesores autoritarios, mi familia). No fue por casualidad que yo me interesara tempranamente por cuestiones lógicas y éticas.

La pasión por el cine y la literatura acompañó toda mi adolescencia y juventud, sin que nunca separase yo totalmente mis reflexiones filosóficas de las aventuras, romances y dramas que veía en las pantallas de los cines cordobeses, o leía en las páginas de las novelas. En la genealogía de mis sensibilidades reflexivas y afectivas, el cine y la literatura vinieron, pues, mucho antes que la filosofía universitaria. 

Superados los tenebrosos años de la así llamada “Cultura General”, conseguí dedicarme, en mi entrada a la universidad a lo que realmente me interesaba: filósofos de los siglos XIX y XX, teoría de la argumentación y filosofías de la existencia, todo esto en forma muy incipiente, casi diría instintiva. Aún en Córdoba, el gran lógico formal Andrés Raggio (una especie de Padre Primordial capaz de re-escribir mi complejo de Edipo en símbolos lógicos) me lleva insensiblemente hacia la filosofía analítica. Mis monstruos existenciales quedan como soterrados por un buen tiempo, como en hibernación.

Dentro de esta línea analítica, escribo, al final de los años sesenta, una terrorífica tesis de licenciatura sobre estética y filosofía del lenguaje, defendida delante de tres estupefactos profesores. Pocos años después, en los años 70, hago una tesis de doctorado en esas mismas huellas, y el gran metafísico tomista Nimio de Anquín comenta, melancólico: “Este muchacho es demasiado inteligente para ser filósofo analítico”.

Al final de la década del 70, mudanza a Buenos Aires, en donde el grupo SADAF (Sociedad Argentina de Análisis Filosófico), termina de transformarme en un filósofo analítico que se burla de Heidegger y el Psicoanálisis, como corresponde. En 1979, Brasil me adopta: la Universidad Federal de Santa Maria (Rio Grande do Sul) me contrata como profesor visitante, para dar un curso de lógica modal en la maestría; más tarde, me integro al cuadro permanente de profesores.

Paso casi una década en Santa María, totalmente inmerso en el espíritu brasileño, cada vez menos argentino, aunque nunca tan cordobés (me convierto en una especie de cordobés “gaúcho”). Me acuerdo con especial agrado de mis escapadas a Porto Alegre para ver toneladas de películas prohibidas en Argentina, en apretados fines de semana. Brasil (a pesar de su academia filosófica tan poco tropical) me estimula para desenterrar mis viejos fantasmas existenciales.

La década de 80 marca mi descubrimiento del psicoanálisis, el existencialismo, Nietzsche y Schopenhauer. Me doy cuenta (¡y esto me convierte en un filósofo diferente!) que no tengo por qué abandonar mis anteriores estudios lógico-analíticos por causa de eso. Por el contrario, percibo como mi pensamiento oscila entre análisis y existencia, entre formas lógicas y pulsión de muerte, como diferentes aspectos de una misma visión del mundo.

En esa misma década de 80 publico mis primeros libros: Textos de Filosofía Subjetiva (1985), en colaboración con un estudiante llamado Robson Reis, La Lógica Condenada(1987) y el Proyecto de Ética Negativa (1989). A lo largo de esa década, hago muchos viajes por Brasil, transitando por congresos, encuentros y simposios en los que cada vez creo menos. Al final de los 80 e inicios de los 90, hago mis dos viajes a Europa (Francia y España), estudiando con Gilles Granger, un epistemólogo que me deja plena libertad para pensar contra la epistemología, y Fernando Savater, un hedonista a quien trato de mostrar que el placer no existe.

Al final de los 80, transferencia para la Universidad de Brasilia. Durante los 90, intensa actividad intelectual en torno de un ambicioso proyecto de lógica y argumentación compuesto en dos partes, una destructiva (Críticas filosóficas a la lógica formal), otra constructiva (Inferencias Lexicales y lógica informal). En 1996 aparece la Crítica de la Moral Afirmativa (con un irónico y nada hedonista prólogo de Fernando Savater), y en 1999, mi libro de Cine y Filosofía (Cine: 100 años de filosofía. Una introducción a la filosofía a través del análisis de películas), ambos por la Gedisa de Barcelona. En este último texto, trato de juntar incestuosamente mis dos instintos primordiales, los imaginantes y los reflexivos, las matinées cordobesas con los estudios universitarios.

Confieso que publiqué artículos en diferentes países (Brasil, Portugal, Argentina, EU, México, España, Venezuela, Italia, Alemania, Colombia), pero prometo, de ahora en adelante, hacer eso sólo cuando sea absolutamente necesario.

En 2002, tuve una polémica con Enrique Dussel en México, publicada por la revista Dianoia. Mi libro Margens das filosofias da linguagem (Márgenes de las filosofías del lenguaje. Brasilia, 2003, reimpreso en 2009) es mi ajuste de cuentas con la filosofía analítica del lenguaje. Actualmente, la fama comienza a asomar: estudiantes y colegas de diversos países escriben artículos, reseñas y disertaciones sobre mi obra ética y sobre mis trabajos de cine y filosofía. Soy mencionado en libros y me transformo en artículo de wikipedia. Aunque lo hago todo para evitar discípulos (que, después de hijos, son la mayor amenaza), me satisface enormemente ser leído y comentado.

Trato de mantenerme pesimista, lo que me salva de caer en depresiones y “crisis”, privilegio de optimistas y afirmativos. La filosofía (como yo la entiendo, incluyendo literatura y cine) continúa siendo mi atmósfera, mi oxígeno, aquello de mejor que tengo para ofrecer.

En otros sectores de esta página (Obras Completas) encontrarás la lista de mis obras. En todas ellas yo aparezco fugazmente, tal como Hitchcock aparecía en sus películas. En épocas de "filosofía profesional", tengo que disculparme por hacer lo que las academias hoy no perdonan: tratar de ser filósofo. Grande o pequeño, pero filósofo.
 
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