segunda-feira, 9 de maio de 2011

FILOSOFÍA EN BRASIL EN LA AMÉRICA LATINA


¿Qué significa decir: “No hay filósofos en Argentina", "No hay filósofos en Brasil”, "No hay filósofos en América Latina"?

Muchos podrían sentir el impulso de saltear este ítem pensando que filosofía es simplemente filosofía, y que no tiene sentido plantear cuestiones sobre “filosofías nacionales”. A esto respondo que estoy de acuerdo, y que no me agrada nada plantear esta cuestión. Pero plantearla es una respuesta a una situación ya instalada, por lo menos en el caso de Brasil, el país en el que tuve que exilarme a comienzos de los años 80 del siglo XX.

Pues filósofos brasileños no son estudiados en los curriculos de filosofía, ni siquiera mencionados, y no son presentados en congresos y conferencias (salvo en grupos específicos de estudiosos de filosofía en Brasil, con lo cual los filósofos nacionales son como encerrados en campos de discusión restringidos). La mayoría de la comunidad académica brasileña está convencida de que "no existen" filósofos en Brasil. Podemos tener la impresión de que ellos son excluidos por ser brasileños, y por eso somos obligados (con disgusto) a plantear la cuestión, precisamente porque pensamos que filosofía es simplemente filosofía, sin consideraciones de nacionalidad. 
  
Evidentemente, mis reflexiones en esta área, aunque muchas veces centradas en Brasil, podrán servir también para otros países culturalmente periféricos (latino-americanos o no) para hacer comparaciones provechosas con las situaciones de sus países de origen, tratando de encontrar caminos para mejorar la situación de las actividades filosóficas en esta parte olvidada del mundo. 
  
Tanto los que no creen en la posibilidad de una “filosofía latino-americana" (los “universalistas” o “internacionalistas”, que son mayoría), como los que creen (los “independentistas”), siempre plantean la cuestión en términos fuertemente institucionales. Los universalistas brasileños piensan que se debe crear primero una comunidad de estudiosos de textos, buenos comentadores y conocedores de la filosofía clásica y moderna, capaces de redactar papers y libros que puedan competir dignamente en el plano internacional. Ésta debe considerarse, según ellos, como la contribución brasileña a la filosofía.

Por el otro lado, los escasos críticos de la filosofía académica universalista brasileña piensan que deben crearse las “condiciones sociales, culturales e institucionales” que favorezcan al pensamiento original y creador, debiéndose luchar contra el colonialismo todavía presente en las mentes de los pensadores brasileños, que los lleva a copiar modelos externos en lugar de “pensar por sí mismos”.

Este tipo de abordaje, tanto de un lado como del otro, sugiere que un filósofo deba ser el producto de algún ambiente socio-cultural e institucional favorable, de tal forma que, “dadas ciertas condiciones”, el filósofo surgirá. Por eso los profesores gastan mucho tiempo hablando de “formación filosófica”, del número de traducciones existentes, de la creación de post-graduaciones de buen nivel, etc, como si estas cuestiones fueran las decisivas para la gestación de un pensamiento filosófico auténtico y creador. 
  
Después de la primera perplejidad que todo esto me produce, comienzo a pensar en la mejor manera de formular mis propias ideas acerca de esta cuestión. Voy a arriesgar aquí las siguientes tesis: 
  
(a) Yo creo que en todos esos análisis es sistemáticamente olvidado el motivo profundamente singular del acto de filosofar, singularidad que es, incluso, independiente del tipo de filosofar de que se trate: puede ser un pensamiento fuertemente individual (tipo Kierkegaard), o marcadamente social (tipo Marx) o acentuadamente erudito (tipo Husserl o Heidegger), sin que esa singularidad de la actitud deje de manifestarse.

El filosofar surge de una personalidad que sufre determinados problemas (profundamente personales o marcadamente públicos, pero siempre asumidos en un acto propio de pensamiento) y que no puede evitar ponerlos en textos, escritos o verbales. Esto surge de la propia vida del filósofo, tanto de sus tormentos personales como de sus perplejidades intelectuales y sus preocupaciones sociales.

(b) Alguien no comienza a filosofar porque sienta que las “condiciones” sociales y culturales del país en donde vive llegaran a un punto en donde filosofar se torna, finalmente, posible. El filosofar propio surge de una voluntad singular de exponer el mundo de una manera inevitablemente personal, pero que, de un modo u otro, afecta a todos. Esto no quiere decir que tal pensamiento no refleje sus orígenes y sus contextos socio-culturales, pues es claro que va a reflejarlos, inevitablemente. Pero eso será apuntado por otros, el filósofo mismo no precisa preocuparse con eso, ni debe tener eso como objetivo suyo.

(c) En Brasil y en muchos otros países latino-americanos (y tal vez también en la India, en Japón y en el África) se tiene la idea de que se precisa de una larga “preparación” para poder generar un pensamiento propio. Se habla de “etapas” (por ejemplo, el profesor hispano-argentino de filosofía Francisco Romero estableció una larga formación por etapas, profusamente citada en las reflexiones sobre filosofar en América latina), tales como: una primera etapa de adquisición de material de estudio (traducciones, etc), una segunda etapa de elaboración de filosofía comentada y erudita, y, finalmente, una de filosofía original y propia. Se habla (¡y esto me deja aterrorizado, y debería aterrorizar a los más jóvenes!) de quemar generaciones y generaciones de estudiosos de filosofía en favor de una generación futura que, finalmente, conseguirá hacer filosofía.

Creo que esta estrategia de que para filosofar se necesita de un gran impulso es paralizante y, tal como formulada, simplemente falsa. Para filosofar no se precisa de ningún “impulso”, ni quemar generaciones, ni absolutamente ninguna “preparación” previa: estamos siempre en condiciones de filosofar por cuenta propia si tenemos la sensibilidad, la voluntad y, sobre todo, el coraje, de intentarlo, lo cual será siempre una tentativa llena de riesgos de todo tipo (desde el ridículo hasta la mediocridad). 
  
Para decir lo que es una herejía en el contexto brasileño: un filósofo, tal como yo lo concibo, no precisa ni siquiera de “grandes bibliotecas” ni de “buenas traducciones”, ni de un “ambiente propicio”, ni de becas de estudio indefinidamente renovables. Un filósofo se consolida también en oposición a todas estas falencias. La falta de esas condiciones tal vez coloque ciertas dificultades particulares al filosofar, pero la presencia de tales condiciones tal vez pueda colocar otras dificultades. 

(d) Mi última tesis es que ya existen filósofos brasileños (y argentinos y bolivianos y paraguayos. E indios, japoneses y africanos: pues ¿cómo puede un pueblo vivir sin filosofía?). Lo que todavía no existe son los mecanismos informacionales y valorativos que permitan visualizarlos. De nada sirve que algo “exista” si la lógica de distribución de informaciones impide que las personas lo vean.

No me refiero, claro, a una cuestión técnica, porque la Internet permite hoy visualizar todo, e inclusive demasiadas cosas. La “existencia” de algo pasa hoy por una política de la información: la ontología fue informatizada. Hoy en día nosotros tenemos un aparato de información que nos permite visualizar perfectamente trabajos menores de autores alemanes y norte-americanos, pero que impide la visualización de esfuerzos reflexivos latino-americanos. Todo el mundo conoce Mortal Questions, de Thomas Nagel, pero pocos conocen la Metafísica de la Muerte, de Agustín Basave Fernández, 14 años anterior al libro de Nagel (sea cual sea la opinión que esas obras nos merezcan). 
  
La “no existencia” de filosofía en Brasil (y en muchos otros países) es un efecto producido por la particular distribución de informaciones hoy dominante en el mundo, por las ideas unilaterales de lo que sea o no “valioso” en filosofía. Alterando esas condiciones, comenzaremos a “ver” a nuestros filósofos, precisamente cuando dejemos de buscarlos en los lugares equivocados y con las expectativas erradas. 
  
(e) Aunque “condiciones sociales y culturales” no puedan, según me parece, propiciar o explicar el surgimiento de un pensamiento filosófico creador y propio, esas condiciones pueden contribuir para que este pensamiento NO se manifieste. A pesar de que los filósofos genuinos terminan expresándose y gritando sus filosofías a pesar de todo, en muchos casos eso se torna tremendamente difícil. La Dinamarca de la época de Kierkegaard no hizo nada para que Kierkegaard surgiera, pero tampoco hizo nada para impedirlo. Yo creo que eso no ocurre actualmente, en donde las “condiciones” institucionales, lejos de favorecer el surgimiento de filósofos, pueden estar ahogándolos y eliminándolos antes de nacer.

En suma: la queja de “falta de filósofos” en países periféricos es, en mi perspectiva, grandemente inconsciente del hecho de que esa "ausencia" de pensamiento es generada por el propio mecanismo mediante el cual son producidas y evaluadas las actividades filosóficas en esos países. No es una inexistencia "objetiva”.

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TEXTOS:



3 comentários:

Nuevas ideas damian disse...

EStimado profesor Cabrera.

Creo que su preocupación es la de muchos de nosotros por el quehacer filosófico en nuestro continente.
Particularmente critico el "neolatrismo filosófico", esto es, la adulación a lo nuevo simplemente por ser nuevo, donde se confunde la novedad con la calidad. Esto ha pasado con la filosofía posmdoerna en Colombia, con gran desmedro para la crítica, pero ahí vamos en nuestra reivindicación ,en el proyecto de que el quehacer filosófico no se puede reducir a escribir ad infinirum articulos sobre kanT, Aristoteles, Hegel, etc., si bien eso en necesario para la formación, no puede ser un trabajo creativo, propio, centrado.


DAMIAN PACHON SOTO
COLOMBIA.

Anônimo disse...

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earlaquella disse...

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